La familia es de Husan, un pueblo no muy lejos de la colonia.
Nos muestra las cicatrices que aún se están curando, nos dice que no ve bien.
Cuando estaba en la cocina preparando el café -29 de diciembre a las 9 am- vio que alguien venía pero no prestó atención. Sintió un golpe en la espalda y cayó al piso. Una persona con la cara cubierta le pegaba, con un cuhillo de la misma cocina le cortó la cara, las orejas y algunas veces los ojos. El logró estirar el brazo, correrle la tela y verle la cara. Ahí el colono que había sido reconocido se fue corriendo. Khalet quedó sangrando y fue al segundo piso por ayuda, se desmayó.
Llegó la ambulancia israelí que le dió asistencia básica, llegó la policía israelí que se lo quería llevar -así como estaba- a declarar. Por primera vez dejaron entrar en la colonia una ambulancia palestina que tuvo que discutir con la policía israelí para llevarlo al hospital.
Estuvo dos semanas internado. (El ataque salió en algunos medios)
No tiene más trabajo, no lo recompensaron y lo que más lamenta es que su jefe ni siquiera lo llamó. Lo dice con dolor porque "hasta venía a comer a veces".
Al colono que lo atacó, que él puede reconocer, lo liberaron. Dice que no espera nada de la corte.
No puede volver a trabajar en la colonia, incluso cuando se mejore no le darán permiso, él tampoco quiere ir más.
Nos preguntan de dónde somos. Digo "Argentina" y los dos hijos empiezan a preguntar sobre fútbol.
Es como estar hablando con cualquier pibe de barrio. Les gusta el fútbol, les gusta Messi.
Me invitan a su habitación para mostrarme los tres póster: la selección brasilera, la argentina y el barca.
Tan lejos me sentí cuando él explicaba lo que le había pasado, es tan difícil de procesar, que se toma distancia. Pero de repente tan cerca con esos pibes que hablan de fútbol.