sábado, 18 de febrero de 2012

Cuando faltan los derechos

El nos muestra las fotos de sus hijos, son cuatro, y dos de ellos son mellizos.
También nos lleva a recorrer las habitaciones del departamento: dos para sus hijos y una con la cama matrimonial.
Tony y sus padres nos invitaron a cenar e hicimos uso de la increíble hospitalidad palestina. Variedad de platos caseros, ensaladas, aceitunas de su tierra, aceite de oliva casero, verduras de su quinta y vino casero de sus propias uvas.
La hospitalidad es parte fundamental de la cultura palestina. Sin ella la vida sería imposible. Sin las sonrisas y las bienvenidas, la vida en los territorios ocupados sería aún más frustrante. Es la segunda vez en sus vidas que nos ven y nos abren las puertas de sus casas como si fuéramos su familia.
El té o café después de la comida.
El padre que hace artesanías de madera de olivos nos regala un camello hecho por él mismo y otras cositas para los que tienen hijos.
Es probable que no los veamos más pero eso no importa, cuando queramos volver ya han ofrecido su casa.
Para la cultura palestina la familia es fundamental. Casarse y tener hijos es un mandato cultural para hombres y mujeres. Hay quienes reniegan de eso y es difícil no ser tildadx de extrañx. Pero hay quienes dedican su vida como Tony.
Tony nos cuenta que comenzó a construir el departamento antes de conocer a su esposa y que lo agrandó para los niños que quería tener. Nos cuenta que cuando no había que pedir permisos para viajar, él conoció a su esposa en Nazaret.
Y entonces así como cualquier historia de amor, ella y él se enamoraron, se presentaron las familias y se casaron.
En las fotos él tiene 28 años y ella luce un vestido que, según nos cuenta Tony, ella misma ha hecho.
También están las fotos de los bautismos de los hijos y esas tradicionales fotos familiares.

"Es difícil estar solo", dice Tony mientras pone algunos troncos en el hogar del living donde estamos sentadxs.
Su familia vive en Nazaret, Israel, y él en Beit Jala, Palestina. A veces le dan permiso para ir a visitarlos, uno o dos días al mes pero él nunca sabe de antemano y es difícil planear con su trabajo.
Cuando tienen vacaciones, como Navidad o Pascuas su familia va a Beit Jala y se queda por algunos días. Es ahí cuando su departamento se llena de vida y todo es como debió ser.
Pero el colegio empieza otra vez y no es una opción para esta familia mudarse a Palestina, no quieren que sus hijos pierdan la ciudadanía israelí (y los derechos que eso implica). Porque quienes tienen documento palestino tienen que pedir permisos.
Tony tampoco puede mudarse con su familia a Nazaret, el estado de Israel no le permite la reunificación familiar a los palestinos que se casan con ciudadanos israelíes.
Así se le va la vida, deseando que su familia fuera como lo planeó. No le falta dinero para viajar, ni casa para sus hijos, ni trabajo. Lo que le faltan son derechos.

En Israel la ley prohíbe a lxs ciudadanxs israelíes la reunificación familiar con esposxs de los territorios palestinos ocupados. Esta ley afecta de hecho particularmente a lxs ciudadanxs israelíes de origen palestino. Esta legislación viola derechos humanos fundamentales como lo explica el artículo de Badil.
Por extensión los derechos de los niños de estas parejas se ven afectados. 

4 comentarios:

  1. Una realidad que los palestinos llevan en su larga historia con dignidad y orgullo por una cultura milenaria y variada... Enhorabuena amiga Gisela por estar entre tanto amor y calor humano... Salam

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  2. No solo en palestina te tildan de estra@ cuando dices que no quieres formar una familia! Tambien ocurre por estas tierras.
    Conmovedora historia... Es fácil dar lo que a uno le sobra, difícil es hacerlo cuando falta.

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  3. correción... extrañ@

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Se agradecen comentarios :)