"Todxs
conocemos las reglas" le dice el enojado presidente francés
Macron, a un soldado israelí que lo escolta incluso dentro de la
iglesia Santa Ana que pertenece al gobierno francés.
Un
soldado que escolta un presidente probablemente conozca las reglas
pero también conoce las reglas que el Estado de Israel le ha
enseñado: la ley del más fuerte, la ley de los
facts on the
ground.
La
regla de la anexión de los territorios como Jerusalén Este -ese
mismo lugar que todos los medios llaman Israel olvidando que es una
flagrante violación al derecho internacional-
o como los Altos del Golán de Siria o las propuesta de los
candidatos en las próximas elecciones israelíes para anexar el
Valle del Jordán de Palestina.
El
soldado conoce las reglas de la ocupación, donde las vidas de lxs
israelíes (y no todas por igual) valen más que las de lxs
palestinxs. Conoce perfectamente que generará reacciones y enojos
pero sabe que la ocupación se impone por la fuerza, no por la
diplomacia, ni la política de los acuerdos de paz. Su mismo Estado
le ha enseñado esta lección toda su vida.
La
regla es sencilla y es que al Estado de Israel poco le importan las
condenas internacionales de Naciones Unidas, no retrocede un
centímetro de muro por la condena de la Corte Internacional de
Justicia,
tampoco se sonroja cuando bloquea cada día la Franja de Gaza con sus
dos millones de personas encerradas en un lugar declarado
"inhabitable" para este año.
Poco parecen afectarles las demoliciones de casas,
los checkpoints,
lxs 5000 presxs politicxs palestinxs en sus cárceles,
lxs miles de asesinatos,
los bombardeos, las colonias,
los cotidianos ingresos a Al Aksa,
entre tantos otros cotidianos hechos.
Porque
al final ahí están: presidentes de países importantes y otros, que
adulan su compromiso contra el racismo, el antisemitismo y conmemoran
el Holocausto. Ahí, en territorio anexado en flagrante violación de
los derechos humanos.
Es
que el soldado, en realidad, conoce las reglas mejor de lo que Macron
piensa.