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miércoles, 16 de enero de 2013

¿Cómo no iba a ser un cagón?

Nos juntamos a tomar un café en Corrientes y Callao.
Hace una década o más lo vi en una esquina de Plaza Italia y sin saber muy bien por qué, o por saberlo exactamente, le regalé una galletita de limón de esas que son como alfajorcitos.
Después siempre nos vimos, intermitentes.
Nos sentamos a la mesa y hablamos de la vida y de la muerte.
Hace poco tiempo su vieja decidió denunciar ante la CONADEP (hoy secretaría de derechos humanos) que la habían secuestrado junto con su marido y su hijo, él cuando tenía uno o dos meses. Ella antes no hablaba de lo que había pasado pero desde que pudo decir no deja de llorar. Él la acompañó y me cuenta los detalles: le dijeron a él también que llene el formulario para "las víctimas" y ahí se dio cuenta que era una víctima.
Sus viejxs estuvieron algunos días desaparecidos: torturas y simulacros de fusilamiento para que hablaran de cosas que no sabían.
Él, bebé, estuvo unas horas con los secuestradores que más tarde lo entregaron a los abuelos maternos.
A sus viejos los soltaron, hicieron la denuncia que 30 años más tarde su familia no recordaba y que la burocracia guardó para que él hoy pudiera tener el expediente y reconstruir lo dicho.
Después de lo ocurrido la mamá le contó que vivieron meses aterrados y encerrados en el departamento. Sin animarse a salir, con miedo.
Esos fueron para él los primero meses de vida. Me mira y se sincera: "¿Cómo no iba a ser un cagón?"

domingo, 16 de septiembre de 2012

Violenta Buenos Aires

Fue el jueves pasado cuando volví de verdad.
A veces te vas de viaje y tardás en volver, porque estás de vuelta físicamente pero no lo otro (si es que el cuerpo y el alma realmente son separables).
Volver fue como un golpe. Violento.
1. Vuelvo en el tren con la bicicleta. Se demora, espero. Decido pedalear un poco y pasar la estación del accidente. Servicio interrumpido. Pasa más de una hora y llega el primer tren a Plaza. Subo, somos pocxs. El problema va a ser bajar, ahí es cuando todxs se agolpan a las puertas para subir en el primer tren que llega en hora pico para salir nuevamente. Por un momento me sentí en el medio de un checkpoint otra vez. "Al menos no hay soldados con M16", pensé. 
2. Llego y dejo la bici en el estacionamiento. Empiezo a caminar por Congreso para llegar a destino. Una chica me mira desde un gran tacho de basura. Es una imagen incontestable. Sostiene la tapa del tacho verde con su cabeza y me mira. En ese momento los primeros sonidos de las cacerolas en la calle empiezan a sonar. No se quejan de que haya chicxs revolviendo la basura. Eso pasa desde siempre. No sé qué hacer. Me da bronca y lo único que hago es seguir caminando a destino con el ruido de las cacerolas in crescendo.
3. Voy a abrir con la llave cuando desde el otro lado de la puerta empiezan a gritarme, que no se puede abrir, que alguien usó la llave equivocada, que es la culpa de la institución a la que voy, que ella no se hace cargo... Abro entro, le digo buenas tarde sin tomar en cuenta ninguno de sus gritos.
No está buena Buenos Aires. Es violenta.