domingo, 16 de septiembre de 2012

Violenta Buenos Aires

Fue el jueves pasado cuando volví de verdad.
A veces te vas de viaje y tardás en volver, porque estás de vuelta físicamente pero no lo otro (si es que el cuerpo y el alma realmente son separables).
Volver fue como un golpe. Violento.
1. Vuelvo en el tren con la bicicleta. Se demora, espero. Decido pedalear un poco y pasar la estación del accidente. Servicio interrumpido. Pasa más de una hora y llega el primer tren a Plaza. Subo, somos pocxs. El problema va a ser bajar, ahí es cuando todxs se agolpan a las puertas para subir en el primer tren que llega en hora pico para salir nuevamente. Por un momento me sentí en el medio de un checkpoint otra vez. "Al menos no hay soldados con M16", pensé. 
2. Llego y dejo la bici en el estacionamiento. Empiezo a caminar por Congreso para llegar a destino. Una chica me mira desde un gran tacho de basura. Es una imagen incontestable. Sostiene la tapa del tacho verde con su cabeza y me mira. En ese momento los primeros sonidos de las cacerolas en la calle empiezan a sonar. No se quejan de que haya chicxs revolviendo la basura. Eso pasa desde siempre. No sé qué hacer. Me da bronca y lo único que hago es seguir caminando a destino con el ruido de las cacerolas in crescendo.
3. Voy a abrir con la llave cuando desde el otro lado de la puerta empiezan a gritarme, que no se puede abrir, que alguien usó la llave equivocada, que es la culpa de la institución a la que voy, que ella no se hace cargo... Abro entro, le digo buenas tarde sin tomar en cuenta ninguno de sus gritos.
No está buena Buenos Aires. Es violenta.  

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