miércoles, 22 de mayo de 2013

Dar testimonio

Ayer fui testigo en el Tribunal Ético a la ocupación y colonización por Israel en Palestina que se realizó en Buenos Aires.
Lo único que tuve que hacer fue contar, rememorar algunas cosas de aquellas que se habían tornado en la realidad cotidiana durante tres meses en Palestina, en el checkpoint 300 en Belén. 
Apenas tuve un tiempo para mencionar el recorrido básico del puesto de control. Apenas pude hablar de la humillación de esperar horas para cruzar de un lado al otro de un muro ilegal. De la línea humanitaria que de "humanitaria" sólo tiene el nombre. Hablé de la seam zone.
Pero pude hacer algo que no había hecho. Pude llorar.
Fue un instante en que todas las situaciones de dolor, bronca e impotencia que vi en Palestina se juntaron y por fin me dejaron llorar.
Porque no se puede llorar cuando una está ahí y tiene que ser fuerte y mostrar que lo soporta, que es como un bastoncito en el cual quienes sufren día a día pueden apoyarse un ratito a descansar de tanta cosa.
Hay cosas que no se pueden olvidar. Es como si esas cosas no se olvidaran de una. Entonces vuelvo a sentir el gusto al té con menta y azúcar. A ver los mil mapas desplegados en mesas ratonas de los living palestinos. A ver las fotos de las casas destruidas y los escombros a mi alrededor.  Cierro los ojos y puedo casi escuchar las obras de extensión del muro en Al Walaja... Veo ahí los olivos talados y las colonias en expansión permanente.


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