miércoles, 6 de mayo de 2015

Mi viaje en el 45

Pudo haber sido el 33, pero ayer fue el 45.
El 45 es un colectivo que une lugares que recorren momentos de mi vida y aún hoy me sigue llevando a casa.
Te lleva desde Ciudad Universitaria, donde una vez hice el CBC, pasando por la costanera, Retiro donde tantos trenes importantes he tomado, el centro de la ciudad donde cada día trabajo, Constitución donde solía vivir hasta llegar a Lanús, donde está la universidad tan querida.
Pero ayer fue un día largo, largo de esos que te cansan. Que salís tempranísimo a cursar -con el 45 también a la nueva sede de sociales- y de ahí a trabajar, aprovechar los viajes para leer textos pendientes de la facu, y otra vez trabajar a otro lugar, seguir leyendo textos pendientes, y el 45 a casa.
Un día de 14 horas.
Estaba enojada conmigo, por mis días sin descanso, por mi poco tiempo feliz de hoy. Me prometí que esto así no podía seguir. 
Iba en el 45 cuando el colectivo frenó en la esquina de siempre, en la entrada de la villa 31, el "Barrio Mugica" como dice en el paredón. Bajan del 45 muchas personas, el colectivo casi se vacía allí: mujeres, hombres, niños, niñas, bebés. Lxs sigo mirando flexionar sus rodillas al bajar, los papás estirando los brazos para agarrar a lxs más chiquitxs, las mamás con bolsas, algunxs jugando y otrxs notablemente cansadxs. Y lxs miro pero no los veo.
En un instante me doy cuenta que lxs miro todos los días en el 45 pero no lxs veo.
Me doy vergüenza, de mi cansancio, de mi malhumor. Me da bronca e impotencia. Me avergüenzo de mis preocupaciones pelotudas y tengo ganas de llorar. Estoy cansada. Nada que conceptualizar, nada que profundizar. No está bien que alguien viva en esas condiciones.
El 45 cierra la puerta y arranca.