lunes, 12 de marzo de 2012

Vivir bajo ocupación


¿Pero qué es la ocupación? Es la pregunta que vuelve a mi cabeza cada vez que pienso en los tres meses vividos en Palestina.
Porque no hay definiciones de tratados internacionales que alcancen.
A mí no me alcanza para explicar lo que es vivir bajo ocupación.

El Estado de Israel viola derechos garantizados para la población que ocupa. Eso está claro y ha sido condenado en múltiples y diversas ocasiones por organizamos internacionales, por otros Estados y por muchas organizaciones de derechos humanos.
Vivir bajo ocupación es algo que pasa en la vida diaria de cada palestinx. Es para lxs niñxs ir a la escuela con soldados que les apuntan y revisan sus mochilas. 
Es para lxs trabajadorxs cruzar puestos de control esperando horas y con el trato o destrato de lxs soldados y seguridad privada de ese día.
Es la incertidumbre de cuándo demolerán la casa que tiene orden de demolición, dejada en el patio.
Es no tener derecho a la justicia civil, porque siempre vendrá una corte militar.
Es desear que llueva para poder tener agua porque la administración de los asuntos civiles de los ocupantes no se preocupan.
Es la detención administrativa por semanas y meses sin cargos ni explicaciones desde los 12 años o menos.
Es desear que la tierra no sea confiscada cuando el muro se construye cerca. O que la violencia de los colonos no llegue a matar.
Es el muro que avanza como “la nada” de la historia sin fin.


La ocupación no es estática. Se mueve cada día. Arrestando, maltratando, haciendo sufrir.
La ocupación es un proceso militar. Con todo lo que ello significa para quienes en Latinoamérica sabemos lo que implica.
La ocupación está presente en cada uno de los actos de la vida de lxs palestinxs. Ocupa las calles con torres de control, las casas con controles militares, la escuela con amenazas cuando no son gases lacrimógenos, ocupa las esperanzas de muchxs de lxs palestinxs.

La ocupación va tomando y deformando la dignidad de los israelíes que la justifican con argumentos de seguridad inconsistentes, que les hace perder sus derechos también. La ocupación los obliga a censurar su posibilidad de pensar y preguntar, de ver y criticar.

La ocupación hace que cuando preparás la mochila para irte definitivamente tengas que elegir a conciencia qué libro llevar y qué no, y el resto mandarlo por correo postal porque “el material subversivo se manda por correo”. Eso es la ocupación, está hasta en tu mochila de regreso, en el aeropuerto cuando te revisan y te preguntan “qué hiciste” “dónde estuviste” y te aclaran que es por tu seguridad.

La ocupación no es todo aunque tiene anhelos colonizadores. Cada vez quiere ser más grande, fuerte y poco a poco ocuparte también.